Por fin, tras una semana de mucha lluvia y ocupación agobiante, hemos podido ir a pasear a la montaña. Habíamos decidido ir a Orixol, pero llegando a la Ermita de san Cristobal, un poco más alla del puerto de Cruceta, hemos visto el cartel de: peligro cacería de jabalíes. No puede ser, otra vez, nos persiguen los cazadores. Así que hemos cambiado de plan y hemos bajado a Oleta, con el fin de llegar hasta Zabalaundi.
Pronto hemos notado las primeras señales del despertar de la primavera. En pleno aparcamiento los charcos estaban llenos de cabezones, sapaburuak en euskera. También las hormigas rojas del bosque de hayas estaban en plena actividad.
En la subida los brezos, illarrak, tenía sus pequeñas flores. Las hayas y los robles no había aún despertado, pero un mostajo ya estaba desplegando sus hojas. Los signos más claros han llegado al pie de la roca del Amboto. Pequeños dientes de perro, perdidos entre los secos helechos del pasado otoño, y sobre todo los muy abundantes y espectaculares narcisos.
Hemos comido un buen bocata y una naranja de Valencia, que nos trae a casa un chico de Vitoria, cuya madre las cultiva en un pueblo de dicha comunidad.
A la vuelta nos hemos percatado que también los arándanos, en euskera mirtiloak, ya habían sacado las primeras hojas, y que los sauces de las riberas tenían sus espectaculares flores al sol.
Una gozada. Os invitamos a dar un paseo. Para ver que no todo son signos negros de guerras y crisis, que la naturaleza no es hostil, aunque a veces muestre su descomunal poder. Puntual como todos los años, nos está mostrando con una belleza inigualable que está ahí para que la contemplemos y la respetemos.
Yo también me emociono viendo nacer la primavera, todos los días, cuando doy el paseo veo brotes de distintos árboles y flores chiquitas pero no menos bonitas,y también me fijo mucho en los pájaros, como, en pocos días han empezado todos a cantar, es la estación del año que mas me gusta.