La almorta o el fracaso del marketing

En la UAGA vimos una legumbre que no conocíamos, que lleva el nombre de muelas. Me llamó la atención, pensando en diversificar un poco más la alimentación. Comenté el hallazgo en la mesa, pero encontré una cierta acogida hostil. Sin duda otra inserción anterior en la dieta no fue todo lo afortunada que yo creía.

Consistió en la compra y cocinamiento de  las populares habichuelas, o sea de habitas secas. Yo como buen babazorro, fui enseguida partidario y adquirí un paquetillo en la UAGA. Las puse a remojo con 48 horas de antelación, hice un potaje al estilo de alubias cocinadas con todos los sacramentos. Pero no contaba con el contexto vital.

El tal contexto consistía, sin yo saberlo en una tirria adquirida por mi consorte en los años 50, por la reiterada ingestión de harina de habas secas, a las que acabó aborreciendo. Ya se sabe que los gustos o disgustos gastronómicos son de lo más persistentes. Reconoció que estaban buenas, pero que no eran de su devoción.

Con tales precedentes lo de un nuevo potaje a base de muelas, o piedras y su sinónimo guijas, que así se llaman en otros lugares, cayó en un lecho de escepticismo que pronto se contagió a la prole.

Cuando fui a la UAGA le conté a Pilar, la dependienta, lo que pasaba y me animó: tú lo conseguirás. Me fui para casa animado a dar la batalla definitiva.

Esta llegó en un escenario difícil, una celebración familiar en Mondragón. Entre los muchos comentarios que jalonan las sobremesas vascas, salió el tema de la almorta y la resistencia familiar.  Yo que ya venía preparado desplegué mi extrategia de marketing, dispuesto a que incluso, los familiares, poco dados a las novedades gastronómicas, aceptasen la diversificación alimentaria. Que si siempre es bueno tener diferentes alternativas, porque cada alimento tiene su aporte específico, que era un vegetal muy resistente y con pocas exigencias de cuidado. Que había sido base de alimentación en periodos de hambres, y así se había consumido en los años del hambre, tras la guerra civil…

Los de Arrasate, siempre ávidos de conocimientos, se interesaron por la posibilidad de un nuevo cultivo, pero en su desmesurada afición a conocer sin medida, consultaron el wikipedia y allí tuvo lugar la derrota sin paliativos, porque encontraron, más o menos lo siguiente:

El nombre científico de esta gramínea es Lathyrus sativus y su nombre común, dependiendo del sitio, son los de Almorta; Alverjón; Arvejo cantudo; Arvejote; Bichas; Cicércula; Diente de muerto;Guija; Muela; Pedruelo; Pinsol; Pito; Tito en España, Guixa; Guixeras; Guixes y Pedrarols en Cataluña; chickling vetch, chickling pea, grass pea, chícharo en Chile, garbanzo de yerba o fríjol de yerba y para finalizar Kisari en la India.

Hasta ahí ni tan mal, la almorta se llama parecido al guisante, Pisum sativum, que cultivan en la huerta. Ahora están cerca de florecer. Para los concurrentes tienen muy buena imagen, porque con jamón resultan un plato muy apreciado en la familia.

Pero siguieron averiguando hasta que encontraron una apreciación nefasta:

Tomada como alimento principal y constante en la dieta, superando el 30%, produce en semanas, o a lo sumo en dos o tres meses, una enfermedad llamada latirismo que se caracteriza por una afección de la médula espinal o de los huesos provocando la parálisis de los miembros inferiores, impotencia y afectando el crecimiento en los niños. En España se solía tomar, aún se come pese a la prohibición, en formas de gachas hechas con la harina que se obtiene de la almorta.

Contraataqué mostrando que eran la base de una de las recetas más famosas de la cocina manchega. Y les mostre la receta de Gachas manchegas, que el afamado chef del Parador de Manzanares, Gines Navarro Martínez tiene en  un vídeo de Youtube.

Para ver la receta de gachas manchegas de harina de almortas

http://www.youtube.com/watch?v=GMZwq3LNw_I

Pero ellos pertinaces me dieron la estocada final:

En la historia de la humanidad tuvieron que ser muchas las épocas donde el ser humano, tras una guerra o desastres naturales, padecieron esta enfermedad ante la disyuntiva de morir de hambre o arriesgarse a padecerla, teniéndose constancia en España en un grabado de Goya perteneciente a ‘Los Desastres de la Guerra‘ que titula ‘Gracias a la almorta‘ y que representa el hambre que se pasó en Madrid desde septiembre de 1811.

No hay marketing inteligente que triunfe contra los elementos desatados por Internet. Quizás con la crisis acabaremos comiendo almortas.

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